Si nos dijeran que tenemos 10 años para superar un desafío, aprender a hablar chino, perder ocho kilos, correr un maratón o escribir ese libro en el llevamos pensando desde hace tiempo, probablemente diríamos: “Sin problema. Puedo hacerlo”. Pero, ¿qué pasaría si nos dijeran que solo nos quedan 10 años para poder hacer frente, de una vez por todas, al problema del cambio climático? ¿Suena factible?
Hace casi un año el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) publicó su informe especial Calentamiento global de 1,5°C. Este trabajo despejó cualquier posible duda sobre la gravedad de la situación a la que nos enfrentamos: tenemos hasta 2030 para evitar una catástrofe global por el impacto de las emisiones de gases de efecto invernadero.
No es que esta sea, desde luego, la primera publicación que llame nuestra atención sobre la crisis del cambio climático pero sí es quizá de las que mejor evidencian la necesidad de acelerar, a nivel mundial, de una acción mucho más intensa y coordinada a favor del clima. Si queremos limitar la subida de temperatura global a 1,5° C respecto al nivel pre-industrial, como recomiendan los expertos, tenemos que empezar por reducir las emisiones de carbono a la mitad –un 50%, sí– en los próximos 10 años.
A pesar de las señales de alarma que nos llegan desde todos los frentes, parece que seguimos avanzando en dirección contraria: el último Informe Anual de Naciones Unidas sobre la Brecha de Emisiones destaca que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero aumentaron un 1,5 por ciento en cada año de la última década.
Con este telón de fondo tan insostenible, Madrid acogerá del 2 al 13 de diciembre la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP25. Durante dos semanas los ojos del mundo estarán puestos en la capital española. Los países miembros de la Unión Europea y las otras 183 naciones que han ratificado el histórico Acuerdo de París tendrán la oportunidad de respaldar, aquí y ahora, su compromiso para evitar un desastre que parece inminente.
Los cambios reales que reviertan la aterradora situación climática que describimos solo pueden llegar por la vía de la cooperación, con una acción conjunta, impulsada desde los valores compartidos por los ciudadanos, las empresas y la sociedad en general.
Ciudadanos
Una de las frases célebres del personaje de Homer Simpson, con la que hace gala de su forma de ser relajada, es aquella de «¿Eso no puede hacerlo otro?». Si alguien tiene la tentación de seguir esa filosofía de vida es mejor que sepa desde ya que, en lo relativo a la sostenibilidad, la respuesta es clara: no. Cada uno de nosotros debemos asumir, a título personal, nuestra parte de responsabilidad en lo que está sucediendo: nos hemos metido en un lío y tenemos que salir de él (a lo que todavía niegan su propia contribución personal y directa a este desastre les recomendaría descargar en su teléfono alguna de las aplicaciones que calculan la huella individual de carbono).
¿Echamos un vistazo a nuestro alrededor? Nuestras formas de movilidad y de consumo están cambiando. Ya existen plantas de reciclaje de residuos que pueden convertir basura en electricidad 100% verde con la que alimentar los sistemas públicos de transporte. La industria de la logística apuesta de manera cada vez más decidida por el comercio electrónico, impulsando la inversión en redes de distribución más globales y eficientes energéticamente. Del lado del consumidor, tenemos también muchas opciones. Aunque aún queda mucho por regular para garantizar una óptima convivencia, las nuevas opciones en el campo de la movilidad urbana pueden conseguir que nuestras ciudades estén menos congestionadas y sean más habitables. La preocupación que hay hoy en día por no poder alcanzar todavía distancias muy largas con vehículos eléctricos desaparecerá en la medida en que la tecnología avanzada de baterías de ion de litio mejore, ofreciendo mayor autonomía y tiempos de carga súper rápidos
Hagamos una auditoría energética en el hogar. Seguro que hay muchas cosas que podríamos mejorar. Aquí propongo algunas ideas. Por ejemplo, cambiar las bombillas por unas de bajo consumo; mejorar el aislamiento para reducir las facturas de calefacción; pensar si es posible instalar paneles solares; estudiar fórmulas para vender los excedentes de energía que producimos; apagar los radiadores en habitaciones que no utilizamos…
También está en nuestras manos informarnos más y mejor sobre las consecuencias del cambio climático y actuar en consecuencia. Podemos por ejemplo, exigir a nuestros políticos que se tomen el asunto en serio y votarles en consecuencia o solicitar a nuestros ayuntamientos o las administraciones competentes en cada caso que implementen medidas efectivas de reducción de energía con transporte público ecológico, mejores medios para el reciclaje, huertos ecológicos…
Empresas
Las organizaciones son, en esencia, grandes grupos de personas trabajando juntas para conseguir un objetivo financiero o de desarrollo concreto, de modo que todo lo que podemos hacer en casa para luchar contra el cambio climático podemos aplicarlo también en nuestros lugares de trabajo, pero en una escala mayor. Los empleados deben promover un uso ambiental y energético eficiente en sus propias áreas. Quizá sería momento de preguntarse si no se pueden instalar interruptores inteligentes en nuestros edificios o sistemas de regulación térmica verdaderamente inteligentes.
Como compañías, tenemos la obligación de comprobar que los procesos operacionales son respetuosos con el medioambiente y se hace un uso óptimo de los recursos naturales, así como de que todos los proveedores externos asuman también esta responsabilidad.
Antes de aplicar mejoras, es necesario hacer mediciones para tener un punto del que partir. Todas las compañías debemos pasar una auditoría energética para saber exactamente cuál es nuestra huella de carbono y diseñar en consecuencia un plan de acción para combatir el desperdicio energético. Además, hacer esto de una manera coherente, ayuda a recortar costes.
Sociedad
Todos estaremos de acuerdo en que una mejora en el nivel de vida está directamente vinculada a un aumento de la prosperidad económica. En 1950 dos tercios de la población mundial vivían en la pobreza extrema en 1950. Para 2015, esa cifra se situaba ya por debajo del 10 por ciento.
Este es, indudablemente, todo un éxito para la humanidad, pero si de verdad queremos erradicar la pobreza debemos asegurar una senda estable de crecimiento económico, algo que no va a pasar si no abordamos de frente la crisis climática.
Veamos un caso concreto: la mayor economía del mundo. El informe especial del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas al que hacia referencia al principio, estima que con niveles de calentamiento del 1,5°C, Estados Unidos puede perder hasta el 1,7% de su Producto Interno Bruto (PIB), lo que equivale a unos 340.000 millones de dólares.
Echando un vistazo ahora al mundo en su conjunto, las proyecciones se vuelven aún más sombrías. Los gases de efecto invernadero no respetan las fronteras geográficas: las emisiones de España contribuyen al calentamiento en Senegal y las emisiones de Senegal hacen lo propio con el de Sri Lanka. Peor aún, los daños económicos relacionados con las emisiones se distribuyen de una manera completamente diferente, lo que significa que los que menos contaminan (países con emisiones comparativamente bajas per cápita) sufrirán proporcionalmente más.
The Hamilton Project and the Stanford Institute for Economic Policy Research
Así pues, volviendo a la cuestión que planteaba al comienzo de este artículo: ¿es factible detener el cambio climático de aquí a 10 años? Quiero pensar que sí. No solo porque soy de carácter optimista (lo que es casi un requisito imprescindible para trabajar en el sector asegurador) sino también porque creo firmemente que todos, por fin y de manera colectiva, somos conscientes de cómo estamos destrozando nuestro planeta. Creo que realmente los ciudadanos, a nivel personal, tienen unas ansias de cambio que deben ser canalizadas con urgencia por quienes están en el poder para asegurarse de que implementemos las medidas correctas para combatir el cambio climático. Esperemos que la COP25 marque el comienzo de ese viaje. Se acaba el tiempo. #TimeForAction.