Asegurar que el cambio climático afecta y afectará a la calidad del agua resulta casi obvio. Tanto el aumento de la contaminación de ríos y océanos, como el incremento de las temperaturas provocarán la desaparición de especies y cambios en el propio elemento.

Sin embargo, no solo el cambio climático puede afectar a su calidad sino que la lucha contra el efecto invernadero también podría ser un condicionante negativo para el agua que utilizamos diariamente.

Estrategias de lucha demasiado impactantes

Esta última afirmación es consecuencia del reciente estudio que han realizado dos investigadoras del Instituto Carnegie –Eva Sinha y Anna Michalak–, el cual pone de relieve el impacto de las medidas que se están tomando para frenar el imparable cambio climático.

Según las autoras, el excesivo arrastre de nutrientes que pueden provocar decisiones sociales sobre el uso de la tierra y la agricultura podría ser causa de la eutrofización, un fenómeno que hace proliferar las algas productoras de toxinas que rebajarían la cantidad de oxígeno en el agua.

De ahí que avisen de la necesidad de salvaguardar el agua y preservarla, ya que, obviamente, es esencial para nuestra supervivencia.

Freno al deterioro

No obstante, este “aviso” no debe ser considerado un freno de las medidas que se han de tomar frente al cambio climático, sino que debe tenerse en consideración para buscar soluciones más adecuadas.
Eso sí, la urgencia de dichas medidas ha de ser muy elevada si se atiende a las afirmaciones que hace la propia ONU,. Y es que, en su informe GEO 6 expone la imperiosa necesidad de poner en marcha aquellas que protejan tanto la salud humana como la ambiental.

Para ilustrar tal preocupación se basa en algunas cifras recogidas en dicho informe, que hablan de 4.000 millones de personas viviendo en zonas desertificadas en el año 2050 o de que actualmente el 29% de las tierras se encuentran en peligro de degradación.

A eso hay que añadir que hoy en día unos 2.300 millones de personas en el mundo no tienen acceso a agua potable y que la calidad de esta ha empeorado desde el año 1990 por culpa especialmente de una mayor presencia de desechos y un uso creciente de fertilizantes.

La última de las cifras que señalan el problema en el que estamos inmersos es que desde 1970 la excesiva explotación de los recursos hídricos ha provocado que se hayan perdido en torno al 40% de los humedales del planeta.

El agua de España, en declive

Esta situación se ve reflejada en España, pues un informe realizado por la Comisión Europea ha puesto de manifiesto que el agua de los ríos no ha mejorado. De hecho, hasta el 46% de los mismos se encuentran en mal estado.