La inversión socialmente responsable no es una cuestión de hace pocos años, pese al reciente ruido mediático. En el siglo XVIII, los metodistas, con su fundador John Wesley a la cabeza, y confesiones religiosas, ya aplicaban filtros sobre las compañías en las que sus fieles podían invertir. Pero es cierto que ha sido en la época reciente cuando el patrimonio de los fondos que invierten con criterios ASG, es decir, ambientales, sociales y de buen gobierno, han experimentado un crecimiento vertiginoso.
A nivel global, la inversión socialmente responsable superó los 30 billones de dólares en 2018, según datos de McKinsey, un 68% más que en 2015 y 10 veces que en 2004. Por su parte, Morningstar cifraba esta misma semana en 668.000 millones los activos gestionados en fondos europeos socialmente responsables a cierre del año pasado, lo que implica un crecimiento del 58% con respecto a un año antes. Y en el caso concreto de España, según los últimos datos de Spainsif, asociación sin ánimo de lucro que promueve la inversión sostenible de la que MAPFRE es miembro, la ISR alcanzó la cifra de 210.644 millones de euros gestionados en 2018, lo que supone un incremento del 13,5% respecto al año anterior. Pero es que esta cifra apenas superaba los 35.000 millones en 2009.
“La aceleración ha sido impulsada por la mayor atención social, gubernamental y de los consumidores sobre el impacto más amplio de las empresas, así como por los inversores y ejecutivos que se dan cuenta de que una propuesta ESG (siglas ASG en inglés) fuerte puede salvaguardar el éxito a largo plazo de una empresa”, apuntaba McKinsey en el informe.
No es una moda pasajera
Es por eso que resultaría erróneo hablar de una moda pasajera, y no de un cambio estructural provocado por un incremento de la demanda por parte de los inversores.
“No creo que estemos ante una moda, la inversión Socialmente Responsable ha venido para quedarse”, explica Álvaro Anguita, consejero delegado de MAPFRE AM. “En todo el sector financiero, los participantes del mercado están integrando cada vez más las consideraciones ambientales, sociales y de gobierno y la sostenibilidad», reconoció Moody’s esta misma
semana.
El inversor, eso sí, debe tener en cuenta varios factores para que la gestora no le venda gato por liebre, es decir, un fondo sostenible que realmente no lo es, o lo que en los círculos financieros se conoce como greenwashing. En este sentido, la información de calidad con respecto a los criterios ASG es fundamental para reducir incertidumbres y para que los inversores efectivamente sepan que sus inversiones se están destinando a inversiones sostenibles. Y, para ello, es fundamental avanzar en la puesta en marcha del Plan de Acción de la Comisión Europea en Finanzas Sostenibles que, por ejemplo, establecer una taxonomía común para finanzas sostenibles. Pero es que, además, se crearán etiquetas de la UE para productos financieros verdes sobre la base de dicho sistema de clasificación con el objetivo de facilitar su identificación por los inversores (ver el plan).
Metodología propia
Hasta que llegue ese momento, el inversor, según Alberto Matellán, economista jefe de MAPFRE Inversión, cuenta con varias pistas para detectar la calidad ASG de un fondo. En su opinión, uno de las más importantes es que se cuente con una metodología propia y datos propios. Pero, además, que esa metodología esté certificada por un tercero. Para el economista jefe “una buena estrategia de integración es una palanca clave para dar pasos definitivos hacia el impacto y el engagement”.
MAPFRE decidió adquirir una participación del 25% de la gestora francesa LFR, que tiene una experiencia de más de 11 años en la materia y varios certificados por el gobierno galo. LFR desarrolló un proceso de inversión basado en criterios financieros y ASG: el enfoque del valor integral IVA. Este método utiliza una base de datos propia, la Huella Ecosocial, que se actualiza todos los años desde 2006 y que contiene datos sobre más de 120 indicadores ESG para 160 empresas de la zona euro. Los indicadores estandarizados cuantitativos permiten, además, la comparación entre compañías o líneas de negocio. Tal es el compromiso de MAPFRE con LFR que decidirá a lo largo de este trimestre si se hace con una participación ya mayoritaria.
A finales del año pasado, MAPFRE AM lanzó junto con LFR el primer producto de inclusión social del mundo, el MAPFRE Inclusión Responsable, un fondo mixto que invierte en empresas que promueven la inclusión de personas con discapacidad. El fondo, que ha sido incluido en el informe del Pacto Mundial de Naciones Unidas como ejemplo de buenas prácticas, combina la búsqueda de rentabilidad financiera con promover una mejora en la sociedad. Aplica una metodología propia que se basa en siete temáticas con 40 variables. Junto al Inclusión Responsable, MAPFRE cuenta con dos fondos ASG más: el MAPFRE Good Governance, un fondo de renta variable global que incluye en cartera compañías con buen gobierno corporativo cuyos activos se encuentren temporalmente infravalorados por el mercado; y el Capital Responsable, que apuesta por compañías que tienen una estrategia volcada en el seguimiento de criterios ASG, bajo el supuesto de que dichas firmas otorgan un perfil de rentabilidad riesgo más adecuado.
Verificación múltiple
Además, Matellán considera que la metodología debe basarse en una “verificación múltiple”. Se refiere a que, por ejemplo, puntúa mucho más la información que la empresa puede demostrar con la documentación oportuna. “Es la ventaja de tener nuestro propio cuestionario y estar en contacto con la empresa. Este método utilizado debe explicarse al cliente, con la mayor transparencia posible y es importante contar con colaboradores externos que ayuden en la labor de investigación. En este sentido, MAPFRE colabora con la Universidad de Siena y con la Cranfield School of Management, que ya han presentado estudios que ponen de manifiesto que la inversión en empresas socialmente responsables y con buen gobierno corporativo es más rentable en el largo plazo.
Por último, y aunque parece obvio, la empresa debe predicar con el ejemplo. MAPFRE no sólo pone el foco en la rentabilidad financiera, sino también en la social. En esta línea, se adhirió en mayo del año pasado a SpainSIF y es firmante también de los Principios de Inversión Responsable (PRI), con el objetivo de alinear su política de inversión con el compromiso de MAPFRE por una actuación social responsable.