Por Carlos Albo, CEO de la consultora WeAnalyze.
El consumidor actual sigue viendo a los seguros como un producto tradicional y poco adaptado a los tiempos que corren. Por lo tanto, para las entidades aseguradoras y otros actores del sector, es fundamental diferenciar entre un usuario digital y el que no lo es, con la dificultad añadida de movernos siempre, en términos relativos, ya que nadie es totalmente digital o no.
Cuando, desde Wenalyze, nos propusimos arrojar luz sobre esta materia tan apasionante lo que nos encontramos al analizar a los usuarios de Internet es una extensa gama, donde la cultura, la edad y el acceso a la tecnología son elementos que pueden influir en el único factor diferencial: la intensidad de su uso.
Hagamos, por tanto, un ejercicio de perfilado de las similitudes y diferencias que separan a estos tipos de usuario, en nuestro estudio encontramos los siguientes rasgos generales.
Respecto al género de dichos usuarios, este es un parámetro que no permite diferencias puesto que mujeres y hombres están presentes en ambos lados de la balanza. Sin embargo, hay otras características de los consumidores que sí permiten segmentar de forma más clara estos dos grupos, como son la edad, el nivel de estudios y los gustos y aficiones.
El consumidor digital tiene 36 años de media, hay solteros y casados, y no se define de una manera clara el nivel de estudios. El consumidor tradicional, por el contrario, es más joven, algo que sorprende, suele tener estudios universitarios y, en lo relativo, a su estado civil, está casado o vive en pareja.
También en lo relativo a las aficiones y gustos encontramos diferencias. El consumidor digital es más aficionado a salir de fiesta, a los coches y a los animales; el tradicional está interesado por aprender sobre tecnología, tiene interés por el arte y mayor nivel de conocimientos financieros.
Por lo tanto, si tuviésemos que definir un perfil de consumidor de seguros online potencial, éste sería mujer, con edad entre los 26 y 45 años, casada o viviendo en pareja e interesada, principalmente, en seguros de salud, mascotas y vida.
Como conclusión diremos que es cierto que el seguro no tiene glamour, no es atractivo, sin embargo, todos somos adversos al riesgo y el seguro, por lo tanto, juega un papel absolutamente fundamental en la vida de las personas, las empresas, las organizaciones y los estados. Por todo ello debemos utilizar la tecnología para alinear la mayor sensibilidad a dicho riesgo con la oferta de estos productos, de forma que podamos reducir el gap que el seguro tiene en la sociedad.
Este estudio pretende ser un primer paso para mostrar el potencial que el uso de los datos y la tecnología tienen como resultado: un mejor conocimiento del cliente y el descubrimiento de grandes oportunidades comerciales para las entidades aseguradoras. Puesto que sociedades más y mejor aseguradas suponen sociedades económicamente mucho más sanas, justas y fuertes.
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