Por Patrick Nielsen, subdirector general de MAPFRE AM
La crisis del Coronavirus nos sorprende por muchísimos aspectos, con nuevos escenarios que hasta hace tan solo unos meses podrían haber sido meras elucubraciones dignas de una película de ciencia ficción. Pero la vertiente más sorprendente es la velocidad de su impacto. Quizá esa rapidez y la magnitud de su alcance explican que tengamos una sensación parecida a la de una pesadilla: queremos despertar pronto y volver a nuestra rutina diaria.
Antes de analizar cómo será el día de mañana en los mercados financieros, es imprescindible hacer primero un análisis de lo que podemos esperar de manera realista para establecer una hoja de ruta que nos permita salir de la mejor manera posible de la crisis actual. Por un lado, como ya sabemos, el golpe a la economía es muy fuerte, probablemente, uno de los más severos de la historia reciente. Las estimaciones de declive de PIB son ya del 10% o más para el ejercicio actual en los países donde se ha impuesto un confinamiento estricto.
Este golpe ha conllevado destrucción y pérdida de confianza. Anhelamos una recuperación rápida y total, pero nos parece más probable una convalecencia larga. Y es que las previsiones de beneficios empresariales, aun habiendo sufrido un agresivo recorte, nos parecen demasiado optimistas. Llegar a una cifra concreta es un ejercicio muy complicado. A grandes rasgos, pensamos que la caída debe ser por lo menos igual de fuerte que en el 2008-2009 (de entre un 40 y 50%), pero probablemente será superior.
¿Qué hacer con este guión?
En primer lugar, poner el foco en el análisis. Sabemos que las emociones en las decisiones financieras son muy malas consejeras. La situación actual aumenta muchísimo la carga emocional. Debemos contrarrestar con una dosis mayor de trabajo analítico. No se trata tanto de “acertar”, sino de apartar decisiones y escenarios “irracionales”. Debemos contar con el análisis de expertos, pero hacer nuestra la decisión. Debemos estar de acuerdo con nosotros mismos. Para ayudar en este ejercicio es útil dibujar dos escenarios: ¿Qué gano si sale bien? ¿Cómo me quedo si sale mal? Y aceptar que ambos pueden ocurrir.
En segundo lugar, se debe primar la solidez financiera y la calidad de gestión. No es necesario buscar rentabilidad adicional asumiendo apalancamiento: la incertidumbre y desconcierto actual hacen que se recompense generosamente a los inversores capaces de asumir riesgo.
A esto se suma la necesidad de una mayor flexibilidad; buscar inversiones líquidas, empresas presentes en varias geografías, que estén activas en varios líneas de productos o negocio. Esto se hace especialmente importante en la actualidad, donde países enteros se paralizan y actividades concretas parecen desaparecer.
En cuarto lugar, debemos diseñar un mapa. De nuevo, no se trata tanto de “acertar”, sino de prepararse. Crearse un mapa mental de cómo será el día de mañana permite reaccionar más rápidamente cuando lleguen las sorpresas inevitables. Si son buenas sorpresas, sabremos maximizar la oportunidad y, si la realidad se revela más siniestra, permitirá ajustarse más rápidamente.
En este sentido, el mapa que recomendamos, en continua y perpetua revisión, ofrece los siguientes elementos.
En primer lugar, pensamos que hemos entrado en una era de intervencionismo estatal mucho mayor y que algunos estados serán más eficaces que otros en la aplicación de sus herramientas. Son los inversores del día de mañana los que deberán ser capaces de juzgar con criterio y discernimiento la eficacia de esta intervención pública para poder ver con claridad su impacto sobre las variables financieras.
En segundo lugar, hay que ver en qué posición van a quedar las principales potencias mundiales. Asia, y en particular China, salen reforzadas. Partiendo de una situación de vulnerabilidad inicial, varios países asiáticos se han ganado la admiración internacional por la eficacia de su respuesta al desafío del Covid-19. Sus perspectivas económicas se ven mejoradas en términos relativos.
Mientras tanto, EEUU lucha por mantener su papel de liderazgo económico: la contundencia de las actuaciones de la Reserva Federal y el plan de 2 billones puesto en marcha por el gobierno en pocas semanas han asombrado a todos los participantes. A nivel político, sin embargo, la ineluctable recesión abre incógnitas sobre la próxima elección.
Las respuestas a la crisis sanitaria se están articulando a nivel de las naciones. Una respuesta coordinada europea hubiese sido deseable antes, tanto para maximizar la eficacia como para para fortalecer la maltrecha cohesión europea. De momento, la crisis parece agrandar las grietas que siguen apareciendo en el proyecto europeo.
Y, por último, si uno analiza oportunidades por sector, no cabe duda de que el de salud actúa de refugio en las circunstancias actuales. Es un sector amplio y diverso que nos parece tener muchos atributos para ofrecer pilares de crecimiento en los próximos años.
Por lo tanto, la crisis va a marcar un antes y un después, al actuar como catalizador de cambios que ya se estaban gestando. El gestor debe estar preparado para tomar decisiones de inversión en el día de mañana muy diferente al que conocíamos antes de marzo.