Ismael García Puente, Gestor de Inversiones & Selector Fondos en Mapfre Gestión Patrimonial

Es más que posible que usted haya sido calificado como inversor conservador o moderado en su entidad financiera puesto que más del 90% de los inversores españoles en fondos de inversión se engloban en estos dos perfiles. Y como inversor conservador/moderado es también muy probable que el mayor peso de su cartera se concentre en fondos de Renta Fija. Es más, posiblemente su exposición a Renta Variable sea nula debido a la volatilidad que el mercado de acciones atesora. En estos días de confinamiento, entre titulares y noticias sobre la terrible pandemia a la que nos estamos enfrentando, probablemente haya tenido tiempo de revisar el estado de su patrimonio, especialmente tras los alarmantes titulares que nos llegan desde las páginas color salmón de los periódicos. Y no es para menos puesto que la economía se encuentra ante una tesitura difícil, con un shock que afecta tanto a la oferta como a la demanda. La bolsa, fiel reflejo de las expectativas de beneficios de las compañías, ha puesto en precio rápidamente este impacto con caídas superiores al 30% en tan solo unos días (de hecho, ha sido la caída superior al 30% más rápida de los últimos 20 años). El inversor conservador podría estar “relativamente” tranquilo con respecto a su situación patrimonial al no estar expuesto a los movimientos del precio de las acciones. Sin embargo, su relativa tranquilidad se haya visto probablemente evaporada en el momento que haya actualizado el detalle de sus inversiones. Si cuenta con un buen asesor, es posible que le haya oído decir recientemente que: “la renta fija ni es renta ni es fija” y en ese preciso momento, delante de su extracto financiero, esas palabras que pasaron desapercibidas, ahora estén muy presentes.

La pregunta que entonces nos hacemos es: ¿Qué le ha pasado a mi fondo de Renta Fija? Aunque son muchos y variados los factores que explican el comportamiento de los distintos fondos de renta fija, existe una causa común: la liquidez (o más bien, la falta de ella). Los bancos, como precaución por el impacto del COVID-19 en la economía, empezaron a reducir las líneas de crédito a muchas compañías lo que forzó a las empresas a reembolsar masivamente los fondos monetarios o de renta fija a corto plazo (donde atesoran gran parte de su liquidez especialmente en Estados Unidos). Estos fondos, para atender tal avalancha de reembolsos, se vieron obligados a vender sus activos que son principalmente activos conservadores. En un momento de falta de liquidez, o lo que es lo mismo, hay más vendedores que compradores, los activos de calidad son los únicos que se intercambian en el mercado lo que penaliza principalmente a los fondos más conservadores. Con ello estalla una vorágine de búsqueda desesperada por la liquidez que tumba las cotizaciones de la totalidad de activos: bonos del tesoro, bonos corporativos, papel comercial e incluso del oro (activo refugio por excelencia). Todo es vendido sin discriminación y de forma forzada por los gestores de los fondos (y especialmente ETFs) para atender reembolsos. Ni aquellos que cuentan con munición para comprar, lo hacen por temor a que tengan que deshacer posiciones en los próximos días.

Desatada dicha vorágine, y tras observar pérdidas de doble dígito en algunos fondos, nos preguntamos: ¿Y ahora qué? La respuesta en este caso proviene de los Bancos Centrales. Estos grandes bancos, que velan por el buen funcionamiento de los sistemas financieros, cuentan con el monopolio de la impresión de dinero y su respuesta no se ha hecho esperar. Tan pronto como estas tensiones aparecieron, decidieron acometer la mayor intervención en el mercado de renta fija de la historia comprando los activos que no encontraban comprador (con dinero nuevo creado) ofreciendo liquidez a raudales a un sistema falto de ella. La rapidez y el volumen de sus intervenciones ha servido para calmar las distorsiones en los precios y por las cañerías del sistema financiero vuelve a circular la liquidez.

La capacidad de recuperación de las pérdidas de su fondo dependerá mucho a partir de este momento de la calidad de equipo gestor que lo gestione y de la flexibilidad con la que haya actuado en estos momentos de tensión. Es en estos momentos cuando la frase de W. Buffett cobra mayor sentido: “solo cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo”.